Se los conoce con distintos nombres, dependiendo del país de origen. Leprechauns, goblins, pixies, gremlins, gnomos o trasgos.
Lo cierto es que los duendes –término que proviene de la expresión
“duen de casa” o “dueño de casa”, en referencia a su costumbre de
entrometerse en los hogares y encantarlos- han desfilado desde hace
siglos por la mitología popular, que los ha caracterizado como seres de
aspecto humanoide, de muy baja estatura, piel gris o verdosa y que
pueden tener algún poder de tipo sobrenatural.
Imagen: Francisco Olea
Los duendes son definidos como criaturas pequeñas, de aspecto humanoide pero contrahechas, escurridizas y traviesas.
Debido a su carácter escurridizo, malicioso y festivo, se les atribuyen ser los causantes de todo tipo de daños en el entorno doméstico cuando se les ocurre “visitar” una casa. De ahí su predilección por guardar o esconder joyas o dinero, hacerse invisibles, echar cosas en los platos de comidas y perseguir o asustar a los niños de corta edad.
Debido a su carácter escurridizo, malicioso y festivo, se les atribuyen ser los causantes de todo tipo de daños en el entorno doméstico cuando se les ocurre “visitar” una casa. De ahí su predilección por guardar o esconder joyas o dinero, hacerse invisibles, echar cosas en los platos de comidas y perseguir o asustar a los niños de corta edad.


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